El Común de los Mortales
| Mocheeba - Otherwise |
Supongo que estoy pasando una de esas rachas donde la vida parece tender a acelerarse a lo loco. Tal vez por ello, ayer, tras salir del trabajo, agarré a mi espíritu consumista, le dí un par de cachetadas en las mejillas para ver si así lograba despertarle y sentirme un poquito dentro de este mundo. Ya se sabe eso de ser uno de los millones de consumidores que devoran productos lanzados al mercado por luminosos anuncios en tres dimensiones en parpadeantes pantallas que les recuerdan lo que está bien y lo que está mal, marcan estereotipos y modas, remarcan prejuicios para que todo sea más sencillo.
Compre, consuma, siéntase vivo guiado por sus instintos consumistas. ¡Larga vida a la existencia del hombre del siglo XXI! Vidas en alta definición a ritmo de música tecno, conversaciones sampleadas cuya banalidad no hace más que crear desesperación en el subconsciente de cada uno. Una curiosa forma de malgastar mi existencia, supongo, pero a veces siento la necesidad de no sentirme del todo excluído de la marabunta con la que me encaro cada día cuando voy caminando por San Bernardo, en perpendicular a la algazara de la Gran Vía madrileña.
Y es curioso que, tal vez por ello, últimamente me vea más apasionado que nunca por lo futbolístico. De siempre, se ha considerado al deporte el anticristo de la cultura, obviando a Alberti y a pocos más, hasta hace nada tener inquietudes y que a uno le guste el fútbol era algo poco menos que incompatible.
Que le voy a hacer. Hoy, para el común de los mortales, es el día de las lágrimas o las sonrisas prometidas. Dos países, vecinos, contienen la respiración ante el lánguido transcurrir de las horas previas mientras los periodistas deportivos no hacen sino llenar los minutos de nadas, tratando hacer así de la espera un trago ameno hasta que exploten las tensiones, se agiten los nervios y se griten los deseos. Supongo que, el deporte, es una simple demostración de la humanidad más primaria y aquellos que se consideran cultos no pueden serlo sin que la falsa bohemia les ataque a base de pinchazos en el orgullo.
Tal vez peque de lo que acuso que otros pecan, de prejuicioso. Tal vez. Pero, en estas horas yo estoy igual que tantos otros en esta pequeña península. Ardiente, ansioso, temeroso y con un puñado de sueños banales, aprovechando las pocas ocasiones que se dan en este país para sentirse patriótico sin ser tildado de fascista... aunque lo mío es un patriotismo alejado de las banderas y los símbolos pues, lo que a mí me gusta es mi tierra, lo que veo en mi día a día, los pequeños detalles de este pequeño país, las costumbres, las risas airadas, la vitalidad. Adoro esos matices que muchas veces digo que odio.
Quizás no sea sino la necesidad de sentirme también uno del común de los mortales que caminan por estos lares. Quizás, al igual que en ocasiones necesito sentirme alguien diferente y especial, otras veces necesito sentirme dentro de un todo. Contradicciones, cuanto os había extrañado.