El Rey Arturo: Una Versión ¿Original?
| Gwendal - Jackson morning |
Cuando me encaré con la cartelera en el cine y la vi repleta de blockbusters ya meneé la cabeza con aires pesimistas, sabiendo las pocas probabilidades de ver algo con sustancia esa noche. Lo cierto es que caí vilmente en el reclamo publicitario que los creativos hollywoodienses habían creado para este film y por el indudable atractivo de ese clon de Amidala venido a más que se llama Keira Knightley.
Sin embargo, cuando cenando me comentaron que el guionista del film no era otro que David Franzoni, culpable de un descalabro llamado Amistad y una sobrevalorada Gladiator, ya me temí lo peor. Y es exactamente lo que imaginé lo que después acaba siendo la película, un relato inconexo sin demasiado que ofrecer excepto unas cuantas incoherencias históricas y una serie de despropósitos que tratan de representar el declive del Imperio Romano, buscando mostrar los idealismos del héroe pero contradiciéndose a sí mismo simplificándolo todo hasta el máximo. ¿En qué cabeza cabe que el destino de la invasión sajona a Bretaña se decidiera en una sola batalla? Pues sin duda, a el señor Franzoni, al mismo que concibe un Emperador romano que baja a combatir a la arena del Coliseo. A eso le añadimos el "acierto" de haber eligido a Antoine Fuqua como director del proyecto pese a conocer que en su repertorio creativo tiene "maravillas" como Asesinos de Remplazo con Chow Yun-Fat en su fase de metetoñas, Las Lágrimas del Sol con Bruce Willis haciendo de mando militar y Training Day con un macarra Denzel Washington.
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Tan sólo agradecer algunos detalles y guiños hacia el mito artúrico, resultando especialmente llamativa que la traición de Lanzarote y Ginebra sea algo méramente anecdótico, un jugueteo, así como ver a un Merlin como un druida y jefe tribal picto lejos del mítico Meril que fue Nicol Williamson.
Aparte, todo el peso interpretativo que le llueve a Clive Owen, un actor de series de televisión, le viene grande con creces y me asusta sobremanera que él vaya a ser parte del plantel que veremos en la adaptación de Sin City. No sabe impulsarle la fuerza que Rusell Crowe imprimía a Máximo sino que caricaturiza un estoico Arturo sin darle apenas profundidad y poniendo continuamente la misma cara.
Al menos resulta llamativo ver a Stellan Skarsgård, el informático que tantos quebraderos de cabeza da a Robert de Niro en Ronin, haciendo del jefe de los sajones, con sus largos cabellos rubios al viento y ejerciendo de bárbaro vikingo perfectamente con su barba trenzada pese a que el guión que le toca recitar sea bastante lamentable.
Y luego está Keira Knightley, luciendo físico esplendorosa con su espigada figura y su rostro juguetón con el que, incluso demacrada en algunos instantes de la película, sorprende por su capacidad todoterreno, siendo capaz de parecer una Ginebra frágil y herida por momentos, para pasar a ser una bárbara tatuada al servicio del tópico hollywoodiense de los últimos tiempos con eso de que "las chicas son guerreras"
El resultado es una película desproporcionada, arítmica, sin forma ni fondo que queda como un mero esbozo de lo que pudo haber sido, dando la sensación de que, por momentos, la gente de los estudios lo único que pretendía era rentabilizar todos los disfraces de romano que habían realizado para Gladiator.