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martes, septiembre 28, 2004
  Resurrecciones | Porcupine Tree - Piano Lessons |

Quiere el destino que a mí, desde pequeñito, me apasionara el fútbol. Todos tenemos nuestros pequeños pecados, que le vamos a hacer. Y esta noche, como un forofo cualquiera, agarrado a la radio he vivido el vibrante encuentro del que, desde que tengo uso de razón, es mi equipo en el deporte rey. Esta noche he disfrutado en un partido sin demasiada gracia pero con mucha emoción

Hoy, en el Bernabeu, se olía a tormenta en los mentideros. La bronca runruneaba aún digiriendo los pitos dedicados hace apenas una semana al equipo en el mediocre partido contra Osasuna de Pamplona. Hoy venía un grande, un histórico, la Roma de Totti, Cassano y Panucci, cuyo paralelismo con el equipo blanco hacía prever que serían capaces de perder los dos sin que ninguno se llevara algún punto del enfrentamiento vespertino. Y la cosa comenzó mal, muy mal. A los desbarajustes habituales en la zaga merengue se le sumaron el acierto de De Rossi y Cassano, echando por tierra las pocas esperanzas que la parroquia tenía ya en este equipo. Sin embargo, y como antaño sucedía, apareció Raúl. Inédito apenas en los últimos meses, resucitó como un Lázaro cualquiera y, con ello, llevó en volandas a un equipo herido y enrrabietado que zarandeó a una Roma que, al primer problema, se convirtió en un guiñapo ante los sucesivos embistes de la delantera rival. Apareció Raúl como siempre aparece, marcando un gol de rebote, de esos en la que la diosa fortuna sonríe a la cibeles y decide echarle una mano al capitán blanco. Lo mismo que el árbitro hizo poco después, señalando un penalty de personal de baloncesto sobre el héroe de la noche que transformó estoico Figo.

La noche se tornaba en la épica europea en la que se suele ver inmerso el Madrid en Champions, olvidando ya el tropiezo en Leverkusen y la espantada de Camacho, finiquitando así Raúl lo que él había comenzado, con una afilada estocada dada a base de fuerza, rematando un centro del portugués a las redes. Y, como para excusarse con la afición, Roberto Carlos, con un zambombazo por la escuadra, dio la última pincelada de esta pequeña resurrección madridista que, seguramente, ya se encargue de desengañarnos este fin de semana. Pero, que demonios, soñar hace más amena la vida y, aunque todo se empeñe en demostrarnos lo contrario, a veces los sueños se cumplen. Y mañana, a ver al Barça y disfrutar con envidia sana.
 
Amalgama de pensamientos, ideas y reflexiones sobre todo aquello considerado aparentemente como subcultura. Y, como no, pedazos de sueños e ideales.

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